¡ADVERTENCIA! El uso excesivo de “Mi ingrediente mágico” podría provocar
una sobredosis de amor y pasión.
Esa noche había soñado lo
mismo; con mi cita perfecta, mágica, espectacular. Todo lo que me hace
estremecer, en una sola noche. El mar es el escenario principal. El sonido del
ir y venir de las olas es esencial. Siempre comienza un poco antes del
atardecer. El hombre de mi sueño y yo con muy poca ropa, descalzos, acostados
en la arena, preparando la fogata que está a punto de encenderse, y con ella nuestros
cuerpos. A mi cita perfecta además del mar, el fuego, la arena, el atardecer,
el ir y venir de las olas, le gusta combinar mi vino preferido: mi Pinot
Grigio, con frutas exóticas y afrodisíacos; esos que aumentan el deseo al
infinito; los camarones y langostinos son mis preferidos.
Cada vez que ese vino toca mis
labios y entra en mi boca, un frenesí delicioso me envuelve. Mis fantasías más
reprimidas se liberan. Al caer la noche, mi llama más ardiente se enciende al
sentir el fuego de la fogata. Las manos del hombre que me acompaña son mi mayor
inspiración. Sus caricias logran erizar cada poro de mi piel, mientras el
viento y el olor del mar comienzan a preparar mi cuerpo para el gran milagro
que está a punto de suceder. Me acarician delineando la curva de mi cintura,
metiéndose entre mis piernas suavemente, alborotando toda la pasión que existe
dentro de mí. El cielo en mi noche perfecta es estrellado. Siempre tengo
conmigo mi telescopio, para poder observar las estrellas mientras sus caricias,
mi vino preferido, las frutas exóticas y los afrodisíacos, logran que mi
sensualidad lo envuelva, haciendo que sus ganas de poseerme sean cada vez más
incontrolables.
Mi cita perfecta termina con
el acto del amor, me entrego en cuerpo y alma, una explosión de amor me provoca
un orgasmo intenso, delicioso, adictivo, de esos que, al terminarse, quieres
volver a sentir. Duermo entre sus brazos como si estuviera durmiendo en el
paraíso. Pero nada dura para siempre. Me
despierto y vuelvo a mi realidad.
Me llamo Isabella y solo mis
sueños son apasionados. En la vida real soy una aburrida inmigrante venezolana,
vendedora de seguros, viviendo en los Estados Unidos de América, y para colmo,
vivo arrimada en casa de mi hermano Enrique.
Odio, odio, odio mi trabajo y ya casi se me olvida lo que se siente
tener el cuerpo desnudo de un hombre rozando mi piel. Mi vida es gris,
deprimente, completamente opuesta a la cuidad donde vivo. Miami es aventurera,
apasionada, sexy, sensual, nocturna, eufórica, atrevida, incansable, excitante,
ardiente y no conoce el miedo. Este
último adjetivo es mi mejor amigo. Es el responsable de que mi vida siga siendo
la misma.
Quisiera tener el valor de dejarlo todo,
cambiar de trabajo, perseguir mi sueño, dedicarme a lo que realmente me apasiona.
Me encanta cocinar. La cocina es mi
lugar preferido, mi refugio, donde me siento feliz, donde me siento yo misma,
donde mi corazón quiere estar. Pero mi
mente siempre busca las mismas excusas, y ellas asesinan mis ilusiones.
Quisiera tener la valentía para conquistar al
hombre de mi sueño. Él ni siquiera sabe mi nombre. Felipe es español, hermoso,
fuerte, alto, tiene ojos azules hechiceros y es amigo de mi hermano con el que
vivo.
¡¡¡Lo
amo!!! Con el alma, con el corazón, con las venas, con la sangre, con cada
milímetro de mi piel. Cada vez que escucho su voz mi corazón queda palpitando
por horas. Lo único que puede consolarme es mi vino preferido. “A ti también te
amo mi Pinot Grigio”. Él es el único que me consuela cuando me siento sexy, mi compañero
en mis noches de soledad, en mis días negros y en mis sueños. “Eres tan
especial, tan sensual, solo tú me haces sentir mujer. No podría vivir sin ti”.
Desde que me mudé a los Estados Unidos con mi hermano hace tres años comencé a amar el vino, probé muchos y un día que nunca olvidaré conseguí el perfecto, el que me complementa, el que me conoce a la perfección y sabe lo que me gusta, el que me hace fantasear, sentir cosas maravillosas. Es mi confidente, mi mejor amigo, y mi amante cuando necesito sentirme amada.
Ese
fin de semana vendría Felipe a casa de mi hermano. Era su cumpleaños y lo
celebraría con una reunión entre íntimos amigos. Yo era la encargada de hacer
las compras para la gran cena que prepararía su amigo; el reconocido Chef
Ricardo Moreno; famoso por su incomparable receta de arroz a la marinera.
Cuando
por fin llegó el gran día, no podía controlar los nervios, mi corazón latía
emocionado de pura felicidad. Mis ojos brillaban como dos estrellas en la
oscuridad. Salí muy temprano a recoger, en una pescadería de Miami Beach, los
mariscos y moluscos frescos del día para el especial arroz a la marinera, y por
supuesto a comprar mi vino preferido. Mi Pinot Grigio no podía faltar para mi
plan de la noche.
Me moría por verlo. Me hacía
falta el sonido de su voz, su fresco olor a menta y limón. Esa noche estaba
decidida, con la ayuda de mi vino amado, a confesarle mi amor. “Llegó la hora,
Isabella”. No había vuelta atrás. Cualquier cosa era mejor que la agonía que
estaba viviendo. Aunque debía confesar
que muchas otras noches había dicho lo mismo y el miedo a ser rechazada siempre
vencía. Pero esa noche sería diferente,
tendría conmigo algo que me daría el valor de hacerlo de una vez por todas.
“Bueno Pinot Grigio. Aquí vamos. No me falles”. Abrí la botella con pasión,
busqué mi copa de corazones y brindé, conmigo misma por una noche perfecta.
Los
minutos pasaban y nada que llegaba. Mi vino y yo estábamos impacientes. Él por
realizar su misión de unirnos, y yo, por escuchar su apasionada voz.
Por primera vez me había atrevido a pintar mis
labios de color rojo pasión, el mismo rojo del vestido que llevaba puesto. Mi
atuendo expresaba el deseo que sentía por dentro, las ganas locas de que me
tocara y me hiciera el amor como ningún hombre lo había hecho antes.
Estaba
en el baño retocando mis labios cuando escuché su voz. Una ráfaga de fuego se
metió entre mis piernas y golpeó mi sexo. Entró dentro de mí sin piedad alguna,
quemando mi piel. Un fuego que él, y solo él, podía apagar. Respiré profundo
varias veces hasta que por fin logré salir. Empecé a caminar hacia él. Quería
presentarme; mi hermano celoso nunca lo había hecho.
De pronto alguien tocó la
puerta. Era una mujer espectacularmente hermosa. Su silueta era soñada. Su
cabello brillante como el sol. Felipe sonrió, la tomó de la mano y abrazó su
cintura de modelo escultural. Obvio que era su pareja. Tuve que hacer milagros
para no desmayarme. Mis piernas débiles parecían dos espaguetis blandos. Mi
corazón lloraba de tristeza; estaba decepcionado, le costaba continuar
latiendo. Me fui a mi cuarto corriendo con mi botella de vino, que para ese
momento ya estaba por la mitad. Me eché sobre la cama a llorar
desconsoladamente como una niña. El vino y la música eran mi consuelo. Mis
lágrimas caían con fuerza mientras escuchaba mi canción favorita: “Need You
Now”, del grupo “Lady Antebellum”. Cada vez que cantaban la parte “I´m a little
drunk and I need you now”, mi llanto aumentaba. Para ese momento “I was a
little drunk”.
Al
rato, mi hermano abrió la puerta del cuarto con apuro, en medio de mi depresión
se me había olvidado pasarle el seguro. Su amigo, el chef, el que iba a
preparar el tan esperado, famoso, e incomparable arroz a la marinera, estaba
indispuesto por una intoxicación estomacal. “¿Crees qué lo puedas hacer tú? Por
favor hermana”, me preguntó. “Claro hermano. Lo haré con el mayor placer”. Le
respondí tratando de ocultar mi infelicidad.
Comencé
a preparar mi incomparable, inigualable, inmejorable, insuperable, arroz a la
marinera. Esa vez usé algunos ingredientes que no había usado antes. Le puse
mucha pasión, un toque de picardía, una tasa de sensualidad, todo el amor y
todo el fuego que había dentro de mí. Faltaba solo un ingrediente; vino blanco
para cocinar, pero no lo encontraba. “Y ahora. ¿Qué rayos voy a hacer?”, me
pregunté decepcionada, y cómo no iba a estarlo. Mi arroz a la marinera sin vino
era inconcebible. Para impresionar a Felipe, un español que seguro había
probado los mejores del mundo; debía ser mi mejor arroz a la marinera. Entonces
se me ocurrió una idea. Esa noche usaría mi vino preferido. Le agregué a mi
arroz a la marinera lo que quedaba de él. “Mi Pinot Grigio nunca me haría
quedar mal”.
Cuando Felipe estaba a punto
de degustar el primer bocado, mis ojos se concentraron en su irresistible boca.
Respiró profundamente. Estaba sorprendido. Nunca olvidaré su expresión, al
igual que la de todos los demás, pues era como si no pudieran creen el sabor
que había en sus bocas. Subió la mirada y sus ojos miraron los míos por primera
vez. Mi corazón nunca latió tan rápido. Mi cuerpo se estremeció por completo y
un calor súbito mojó mi sexo sin poder evitarlo. “Wow!!! Isabella! Este sabor
es increíble. Un verdadero manjar. ¿Cuál es tu secreto?”. “Dios mío, sabe mi
nombre”, pensé con el corazón a punto de estallar de felicidad. Por primera vez
me habló, por primera vez dijo mi nombre y por primera vez me miró a los ojos.
Me miró como un hombre mira a una mujer que le gusta. Quería que me tomara
entre sus brazos, me llevara lejos y me hiciera el amor tantas veces como fuera
necesario, para apagar las llamas ardientes que habían dentro de mi cuerpo. “Mi
secreto son tres ingredientes especiales; pasión, amor, y mi ingrediente
mágico, mi vino preferido, mi Pinot Grigio”.
Esa noche mi arroz a la
marinera fue una transmisión de sentimientos. Le transmití al hombre de mi
sueño todo el amor y la pasión que sentía por él. Combiné esos dos poderosos
sentimientos con valentía y mi ingrediente mágico.
Esa misma noche redacté mi
carta de renuncia y la envié por correo electrónico. Desde entonces creo en la
magia; la magia del amor.
Poco
tiempo después, mi sueño de mi cita perfecta con Felipe se hizo realidad. Fue
perfecta, exactamente como la había soñado.
Gracias amado vino Pinot Grigio,
por ayudarme a luchar por mis sueños. Ahora el hombre de mi vida me ama y muy
pronto abriré mi propio restaurante. Se llamará: “MI INGREDIENTE MÁGICO”.
CON PASIÓN Y SIN MIEDO: El amor es el fundamento de cualquier sueño; es el combustible que nos da la fuerza para perseguirlo, para empezar y continuar en el camino a él por más duro y difícil que esta sea. El amor es la herramienta más efectiva, es el sentimiento más poderoso que existe, y si lo combinas con pasión (el segundo sentimiento más poderoso) y tu ingrediente favorito, no hay nada que no puedas lograr. El resultado siempre será…bueno…simplemente mágico. El secreto para tener poderes mágicos es muy sencillo, solo necesitas AMOR. Si lo sientes, puedes hacer lo imposible posible. Mi ingrediente mágico es mágico porque lo combiné con amor. El amor es la verdadera magia. Recuerda siempre que los sentimientos no solo se expresan con palabras, y si algún día se te olvida, aquí estará “Mi ingrediente mágico” para recordártelo, usa tu propio ingrediente mágico, todos tenemos uno. ¡Ah! Y no olvides que, si empiezas el camino a un sueño con amor y pasión, y elevas todo a la enésima potencia, el resultado siempre será tu sueño hecho realidad. Los dejo con mi fórmula mágica que creé para lograr un sueño.
(Pasión+ Amor+ Un sueño) ⁿ = Un sueño hecho realidad
Con amor desde Charlotte,
Eliana Habalian
Eliana Habalian