miércoles, 14 de octubre de 2020

NECESITO UN MILAGRO

 


Necesito un milagro

 Necesito un milagro, pues mi corazón se está muriendo. El mal de amor lo ha invadido, provocando una herida profunda e incurable. se desangra poco a poco, lentamente, nada puede salvarlo.

 Necesito un milagro, pues de lo contrario seguiré viviendo, pero con el corazón muerto. ¿Cómo podría vivir sin mi corazón? ¿Quién elegiría mis caminos? Mi mente me traicionaría, lo sé, en cambio, mi corazón, jamás lo haría...

 Necesito un milagro, pues esta vez mi corazón no ha elegido el camino más difícil como de costumbre, sino que ha elegido uno imposible, irrealizable, inalcanzable...

 Necesito un milagro, pues mi corazón está cansado, le cuesta seguir latiendo. Sufre con cada latido. Pero no se arrepiente. Se ha condenado él mismo a la muerte.

 Necesito un milagro, pues mi corazón prefiere morir amando, que seguir viviendo sin haber conocido el amor verdadero...

 Necesito un milagro, pues mi corazón nunca dejará de creer en lo imposible. Sufrirá amando todos los días, hasta el día que deje de latir...

 Con todo mi amor,

Eliana Habalian

 

“Sí igual voy a morir algún día, prefiero morir amando con toda la sangre que me mantiene latiendo”,

 El corazón

 

MI VALLITA


Septiembre siempre ha sido el mes más mágico para mí. Muchas cosas especiales ocurren durante estos 30 días: mi cumpleaños, una energía poderosa que viaja directo al corazón desde el universo, especialmente desde la Constelación de Virgo, una sensibilidad muy peculiar, que me hace conectar con lo natural y sublime de una manera más profunda. Pero el acontecimiento más importante es el cumpleaños de la Virgen Del Valle, el 8 de septiembre, y el hecho de que yo cumpla años el mismo mes que ella, lo hace aún más importante y mágico para mí. 

 Un día de septiembre, creo que tenía once o doce años, fui a visitar a la Virgen Del Valle por primera vez. Estaba de vacaciones con mi familia en la hermosa Isla de Margarita, en Venezuela, mi amado país. Mi tía Marisol decidió acompañarnos en esa oportunidad.

 Una sensibilidad particular me ha acompañado desde la niñez. Ese día fue uno de los días más felices de mi vida. También fue la primera vez que ocurrió el primer encuentro sublime que he experimentado en mi vida. No fue hasta después de muchos años, cuando estaba luchando por lograr mi sueño de ser madre, que tuve otros dos encuentros.

 Era una niña, pero estaba comenzado el proceso de transición qué me transformaría en una mujer. Pero seguía siendo una niña, confundida, con muchas preguntas y pocas respuestas.

 Discutía mucho con mi mama, porqué sentía que no me entendía, qué no me apoyaba en mis pensamientos y en mis sentimientos. Me sentía incomprendida por la persona que más amaba en el mundo: mi madre. Nuestras discusiones eran cada vez más fuertes. Ella solo intentaba ayudarme, el problema era que no lo hacía de la manera en que yo lo necesitaba.

 Fui una niña rebelde. Me enfrentaba a la injusticia, confrontándola siempre que podía. No me gustaba hacer cosas cuando mi corazón no estaba de acuerdo. Fui también rebelde con el tema de la religión. Me costaba creer algunas cosas que trababan de enseñarme en clases de religión, pues en mi corazón no se sentían bien.

 Me levanté de mal humor aquel día. No quería ir a verla. Me negué varias veces. Prefería ir a la playa con mi mejor amiga y su familia.  Mi madre estaba muy molesta, no dejaba de insistir, “vas a ir conmigo, porque yo soy tu madre y me tienes que obedecer. Vístete y sonríe que vamos a visitar a la Virgen”, me dijo apretando sus labios. “Mami, es que yo, no quiero ir, prefiero pasarla bien en la playa, con mi amiga”.

 A las dos nos invadía una tristeza que se hacía cada vez más insoportable. Nuestras discusiones eran constantes. Ya nos habíamos acostumbrado a vivir así: discutiendo y sintiendo una vacío todos los días.

 Esa mañana no fue la excepción. Terminamos teniendo una de las discusiones más fuerte: qué si vas, que no voy, qué te voy a castigar, que no me importa.... al ver a mi madre tan enfurecida, decidí ceder y acompañarla, para ya no tener que escucharla molesta un minuto más. “Está bien. Voy a ir a visitar a la Virgen del Valle”.

 Cuando entré en la Iglesia, toda la furia y la rabia que sentía por dentro se transformó en una sensación de paz, que jamás había sentido. Supe lo que era sentirse sereno y en paz ese día. No pude hablar. No hacía falta.

 De pronto la vi frente a mí, por ser el mes de su cumpleaños la había bajado de su nicho, para su veneración. “Hola Virgencita” le dije con dulzura. La mirada de sus ojos era sublime. Comencé a caminar hacia atrás, porque no podía dejar de verla. para buscar un asiento y así poder rezarle.

 Al fin logré sentarme. Mi madre y mi tía estaban sentadas dos filas más adelantes. A los pocos segundos cerré los ojos, pero aún podía verla en la oscuridad. Comencé a respirar suavemente, tratando de controlar los latidos del corazón, cuando sentí su presencia dentro de mí, un calor en mi corazón. Comencé a escuchar su voz, aquella melodía tierna dentro de mi alma: “Eliana, hija querida. No discutas más con tu madre. Abrázala y dile que la amas”. Comencé a llorar desconsoladamente. Mi madre y mi tía, al escuchar mi llanto corrieron hacía mí, muy preocupadas.

 “Eliana, ¿qué te tienes hija? ¿Estás bien? ¿Por qué estás llorando así?” me preguntó mi mamá, mientras secaba mis lágrimas.

 Lloraba y lloraba,  y no podía parar. Era ese tipo de llanto que te impide hablar y moverte. Mi tía me abrazó con fuerza. Luego tomó mis manos y al apretarlas me dijo: “mami, mírame. ¿Qué pasó? Habla Eliana, por favor. Estamos preocupadas”.

 La gente alrededor no dejaba de verme. Estaban desconcertados. Yo continuaba llorando por dentro y por fuera. “Perdóname Virgencita. Perdóname. Te amo, Madre Santa”.

 “Mami, la Virgen del Valle me habló. Escuché su voz dentro de mí. Dijo mi nombre. Me pidió que no discutiera más contigo. Mami, perdóname, te amo tanto”. Le dije mirándola a los ojos con un amor infinito, luego la abracé con todas mis fuerzas.

 Mi mamá y mi tía comenzaron a temblar y a llorar al igual que todas las personas que me habían escuchado decir aquellas milagrosas palabras. “La Virgen habla con los niños”, dijo una mujer que se encontraba detrás de mí. Al escucharla también la abracé y lloramos juntas.

 Después de ese día mi mamá se convirtió en mi mejor amiga. Aprendimos a ser más tolerantes, a comprendernos mejor. Abríamos nuestros corazones, para no cerrarlos nunca más.

 ¡Feliz cumpleaños, mi Vallita! Gracias, por ayudarme a ser mejor hija. Gracias, por ayudarme a cumplir mi sueño de ser madre. Te amo, con todo mi corazón, Virgen María. 

 Nunca olvidaré tu voz, porque la llevo grabada profundamente dentro de mi ser.

 Ahora soy una mujer con menos preguntas y más respuestas. Sé que estarás por siempre en mi vida, en cada momento difícil, junto a mí, ayudándome, llenando de amor mi alma y mi corazón, para mejorarla. 

 Años más tarde, le llevé a Mi Vallita como ofrenda, mi velo de novia.

Con amor, 

Eliana Habalian 



CARTA A SHAKESPEARE

 


Querido William.

 Qué emoción siento al escribirte. Llevo escribiendo esta carta en mi corazón desde hace algún tiempo. Necesito tu ayuda, mi escritor apasionado.

 Sé que no estás muerto, siento tu alma en cada una de tus líneas. Estoy haciendo un gran esfuerzo por no llorar mientras te escribo esta carta, pues quiero y necesito ser lo más explícita posible y mis lágrimas como siempre me lo impedirían.

 Mi nombre es Eliana Habalian, y soy escritora. He luchado muy duro para poder serlo. Ahora sí estoy llorando. Sé que mi camino apenas está comenzado, a pesar de que han transcurrido varios años.

 Durante ese difícil camino he encontrado el amor verdadero. No tenía idea de lo que realmente era ese amor puro, sublime, un amor que te manda señales con Ángeles hermosos.

 Ese amor que conocí me hace sentir que es lo más parecido al amor que siente Dios hacia nosotros.

 Sé que todas las experiencias duras que he vivido me han preparado para reconocer ese amor. Sé que he tenido la mayor de las suertes con tan solo poder sentir, reconocer y aceptar ese amor.

 Pero ahora que lo he encontrado no sé qué hacer. No es lo que yo pensaba. Pensé qué lo encontraría para vivir feliz el resto de la vida. Pero me ha demostrado que su propósito es otro. Es duro y a la vez maravilloso. Mi corazón sufre todos los días.

 Sé que me entiendes perfectamente. Sé que por tu sangre corría el mismo sentimiento, pero tú lo fuiste transformando en pasión y en fuego.

 No le temo al fuego pues yo soy fuego al igual que tú. Nací en medio de un fuego ardiente. Y parte de ese fuego quedó dentro de mí al igual que te ocurrió a ti. Un fuego que ni toda el agua de la tierra podría apagar.

 Un fuego que quema tan fuerte que es imposible soportar el dolor. Porque no puedo entender cómo se puede amar tanto y al mismo tiempo sufrir con una fuerza que te impide seguir caminando.

 Cómo le ocurrió a Romeo y Julieta. Siento que en algún momento hubieras querido volver al pasado y cambiar ese final. Yo también lo hubiese querido.

 Shakespeare, necesito tu ayuda. ¿Qué es lo que ocurre después, cuando el viaje se termina al encontrarse los dos amantes o almas gemelas? Sé que me contestarás en mis sueños, cómo tantas veces lo has hecho.

 P.D: la literatura te extraña. Necesita de ti. Gracias, por inspirarme tanto.

 “El viaje termina cuando los amantes se encuentran”

William Shakespeare

 

Te amo, William,



Con amor, pasión y sin miedo,

Eliana Habalian

UNA ADICCIÓN




Nací con una adicción: no puedo dejar de soñar un instante. Es una enfermedad incurable. Sueño desde 

que me despierto, a la hora de comer, a la hora de dormir. Sueño dormida, despierta, cuando camino, 

cuando río, cuando hablo, cuando lloro, cuando escribo.

 Sueño que mis sueños son mi vida real, y que mi vida real no existe. Uno de esos sueños me ha enamorado, me persigue, no deja de recordarme lo perfecto que pudiera ser si tan solo se hiciera realidad.

Tiene que existir una solución a esta adición, una medicina que me ayude tan siquiera a disminuir mis sueños, pues no puedo dejar de soñar. Sueño todo el tiempo.

Es una obsesión que me recuerda que el amor para mí solo puede existir en sueños y nunca en la vida real.

Quisiera conocer a alguien que padezca de la misma adicción. Quisiera saber que no estoy sola.

Nací soñando, incluso antes de nacer también soñaba. Es una adición de mi alma. He tratado muchas veces de hablar con ella, de hacerla entender que la vida no son sueños, que la vida es real, pero ella se ríe de mí. Siento que es ella la culpable y, con el tiempo ha logrado convencer a mi mente y a mi corazón de que soñar es lo único que pueden hacer.

 Y ahora, ¿qué voy a hacer con todos esos sueños?

Y ahora, ¿cómo puedo vivir mi vida real soñando a cada instante?

Y ahora, ¿qué voy a hacer al saber que este amor solo es un sueño y nunca será mi vida real?

 Una soñadora incurable,

Eliana Habalian