sábado, 23 de diciembre de 2017

MI MUÑEQUITA NEGRA



Recuerdo con mucho amor aquella navidad. Era una niña. Todavía creía en Santa. Cursaba segundo grado de primaria en el colegio Virgen del Carmen, en Caracas, Venezuela, mi amado país. Era el último día de clases; el día más esperado de cualquier niño.  Las vacaciones navideñas estaban a pocas horas de comenzar, y con ellas los planes familiares, las fiestas, las gaitas, las decoraciones, quedarse hasta la madrugada ayudando a mamá con el arbolito, hacer las hallacas, comprar los regalos. Todo el mundo feliz, todo brillando, sintiendo una energía mágica en el aire que se percibía con tan solo respirar. 

Diciembre es el mes preferido de casi todos los que habitamos en el planeta tierra, y también el más nostálgico. Por fin voy a contar que pasó aquella navidad. El último día de clases, vendría Santa, en carne y hueso, en helicóptero, a nuestro colegio. Nos entregaría personalmente un regalo de adelanto por nuestro buen comportamiento durante el año escolar. Las maestras, en secreto, planificaron todo con la ayuda de nuestros padres. Ellos debían comprar un regalo para sus hijos. Algo sencillo, no muy costoso, era la instrucción. La directiva del colegio no quería que los niños se sintieran menos especiales. Por supuesto, solo pocos padres siguieron la indicación, los míos entre ellos. Sabía que Santa estaba orgulloso de mí; había sido buena niña, en el colegio y en mi casa.  Siempre lavaba mi plato después de comer y tendía mi cama todas las mañanas. 

Aquel día, sin saberlo, aprendería una de las lecciones más grandes que un ser humano puede aprender. Todos esperábamos ansiosos, eufóricos, con el corazón a punto de estallar.  Era el sueño de cualquier niño, y nosotros estábamos a punto de hacerlo realidad. Estábamos a punto de recibir de las manos de Santa, un regalo; el regalo más especial de nuestras vidas. Cuando escuchamos el helicóptero todos gritamos al mismo tiempo. Nunca olvidaré ese sonido, pues era el sonido de la felicidad. Mis ojos lo vieron y mi cuerpo comenzó a temblar de manera descontrolada. 

Escuché el nombre del primer niño de mi salón y abracé con fuerza a mi mejor amiga que estaba a mi lado. “Ya nos va a tocar”, grité. No podía esperar más. Me había comido todas las uñas y sonado los dedos mil veces.  Llegó el turno de mi mejor amiga (todavía lo sigue siendo).  “Por fin. Me toca a mí” me dijo tartamudeando “Sí. Apúrate. No se te olvide abrazarlo”, le dije nerviosa. Su regalo era la muñeca de su sueño, la muñeca de mi sueño, la que estaba de moda, la que todas las niñas querían, pero pocos padres podían comprar porque era muy costosa. Santa le había regalado la muñeca soñada y sabía que también me la regalaría mí. Me había portado mejor que ella. A los pocos minutos escuché mi nombre, no podía moverme, estaba paralizada. ¿Qué le voy a decir a Santa?”. 

Cuando vi mi regalo, me sorprendí. “Pero...es muy pequeño para ser la muñeca de mi sueño”, pensé mientras caminaba de vuelta a mi lugar. 

Al ver lo que había dentro de la bolsita, mi llanto se desató con más fuerza. Era una muñequita negra, de madera. “No llores Eli. Yo te presto mi muñeca”, me dijo mi mejor amiga tratando de consolarme, pero yo quería mi propia muñeca soñada. Las niñas chismosas comenzaron a reírse de mí: “miren lo que le regaló Santa a Eliana; una muñequita horrible, y para colmo, negra. Seguro la castigó porque se portó mal”. “¡Claro que no!” grité con desesperación. No podía estar un minuto más allí. Quería morirme.  Estaba muy confundida. No entendía por qué esas niñas se burlaban de mi muñeca por ser negra. Ese momento fue mi primer contacto con el racismo. Mi decepción no era que la muñeca fuese negra, sino que no era la muñeca de mi sueño. “Mami, Santa no me quiere”, dije llorando apenas me subí al carro con la muñequita negra en mis manos. Ella también quería morirse. Me abrazó y comenzó a llorar.  

Al día siguiente, mi madre salió muy temprano y regresó con la muñeca de mi sueño envuelta en un papel rosado precioso, pero ya no era lo mismo. La detallé por unos minutos y la guardé en el closet. Dormí abrazada con mi muñequita negra de madera. Desde esa noche la amé con toda mi alma. Porque era especial, porque me la había regalado Santa, porque era bella y porque la quería proteger. Para mí, mi muñequita negra era la más hermosa y punto.

CON PASIÓN Y SIN MIEDO: Una parte de mi corazón sigue siendo una niña, que todavía cree en Santa, en los cuentos de hadas, en la magia, en los tesoros escondidos y en las hadas madrinas. Gracias, mami, por regalarme mi muñequita negra, porque ella me enseñó una de las lecciones más importantes de mi vida. No me importa si eres negro, blanco, rojo, amarillo, marrón, púrpura, etc. No me importa si eres pobre, rico, de clase media, media alta, media baja, etc. No me importa si eres judío, católico, hindú, budista, musulmán, cristiano, anglicano, etc. No me importa si hablas árabe, inglés, armenio, chino, francés, holandés, japonés, español, etc. No me importa si eres delgado, gordo, alto, enano, etc. No me importa si eres de otro planeta. Que seas buena persona es lo único que me importa. Que tengas amor dentro de ti es lo único que me importa. Siempre, siempre, siempre te abriré mi corazón. Todos somos diferentes, pero estamos en este universo por una misma razón; para amar, y eso es lo único que realmente importa.
Con amor desde Miami,
Eliana Habalian

jueves, 9 de noviembre de 2017

¿POR QUÉ SALTÉ?



Cuantas veces me pregunté “¿por qué salté?” Hasta hace poco no lo sabía. Me tomó muchos años conocer la repuesta…Era una niña, tenía nueve años. Fui invitada por una compañera de clases al club más de moda de caracas; "Los Cortijos".  Era un club familiar, todos los creídos caraqueños eran accionistas. A mí no me gustaba mucho, ningún club en realidad, y tampoco me gustaban los lugares donde había mucha gente. Casi todo mi tiempo libre la pasaba encerrada en mi cuarto, leyendo o simplemente pensando. Era una niña solitaria, algunas personas me tildaban de “rara”. Mis amigas me decían con frecuencia “Eliana ¿Qué te pasa? Siempre estás en otro planeta”, "estoy soñando" les respondía y terminaban diciendo "tú si eres misteriosa, estás loca".


Cuando llegamos al club, mi amiga y yo fuimos directo a donde se reunían todos los niños; cerca de la piscina. Había música de moda, puestos de comida rápida; hamburguesas, perros calientes, cachapas, arepas, tequeños, etc. De pronto me tomó de la mano y corriendo llegamos al lugar más tenebroso del club. Era el escondite de los rebeldes. “¿Le tienes miedo a la oscuridad?” me preguntó, “un poco” respondí, pero en realidad le tenía terror. “Bueno es allá arriba, tenemos que trepar ese árbol” me dijo con un tono de voz misterioso. Estábamos bastante alejadas, no se veía un alma alrededor. “¿Este es el lugar?, pero no está tan grave” murmuré.  Enseguida mi espíritu aventurero se desató, a pesar de que sentía miedo. Trepamos el árbol y dejamos caer nuestros delgados cuerpos sobre una plataforma de concreto donde se veía casi todo el club. Nos sentamos en posición de indio, y entonces ella me preguntó “¿Tú te atreverías a saltar desde aquí?”, tomé un respiro profundo mientras observaba la distancia, era como un primer piso. Estaba segura de que sobreviviría, que no pasaría algo muy grave, sabía que esa caída no me mataría, “Sí, pero me daría mucho miedo” le respondí, “si eres cobarde. Vamos a saltar. Será divertido” dijo riendo, escondiendo muy bien el miedo enorme que estaba sintiendo. Hicimos un pacto y juramos que saltaríamos al mismo tiempo. Al contar hasta tres, salté, sintiendo el corazón en la garganta. Recuerdo cada microsegundo de esa caída como si fuera ayer. Llegué al piso y me di cuenta de que tenía un pie lastimado. Empecé a buscar con mis ojos nerviosos a mi amiga para cerciorarme que se encontraba bien. Subí mi mirada y sentí un golpe en el pecho, estaba parada en la plataforma de concreto, “estás loca, ¿por qué saltaste? Pensé que sabías que estábamos jugando.” me gritó. Ella no saltó, quería tapar su cobardía haciéndome quedar como una loca. Continué en el piso varios minutos, tratando de recuperarme. No podía levantarme, mi decepción y el dolor en el pie no me dejaban. Al rato llegaron sus padres, me llevaron a la emergencia de un hospital cercano. “Tienes un esguince en el tobillo” dijo el doctor… “Que tonta Eliana. Eres una estúpida. ¿Por qué saltaste? ¿Por qué?” me pregunté un millón de veces desde esa noche…


Al pasar el tiempo, un día entendí. Salté porque quería saltar, porque quería arriesgarme, tener esa aventura, no porque mi amiga me dijo que lo hiciera.  Salté porque me atreví, a pesar del riesgo que corría. Pero caí, me torcí el pie, me levanté y continué. Después de ese día, volví a saltar varias veces en situaciones diferentes, en algunas de ellas salí herida, otras no, pero en todas me arriesgué, en todas aprendí algo bueno, en todas me levanté y continué. En conclusión, salté porque era una niña valiente y ahora soy una mujer valiente.  Salté porque quería vivir.

NOTA  IMPORTANTE: Nada puede sustituir la experiencia, así te quemes las pestañas estudiando o escuchando toda tu vida a los sabios.  A veces un poco de dolor es necesario. 

Con amor desde Miami,
Eliana Habalian 

lunes, 4 de septiembre de 2017

EN MIS DÍAS GRISES, I SEEK LOVE


En mis días grises, I MAKE LOVE TO THE PERSON I LOVE. Me entrego por completo. Un destello de luz explota iluminando todo a mi alrededor. Una poderosa descarga natural de electricidad provoca un impulso en mí, y de repente todo mejora. Hacer el amor me llena de vida, me da fuerzas. Mi cuerpo, mi mente, mi alma y mi corazón se fortalecen. Hacer el amor solo se puede hacer con la persona que amas. Los que pueden estar con ella verán que sus días grises serán pasajeros y al día siguiente siempre saldrá el sol.

En mis días grises, I DREAM. Sueño despierta. Busco un lugar solitario, bloqueo todo lo que me perturba, cierro los ojos y la magia comienza. Dejo en total libertad mi imaginación, ella, junto con mi mente y mi alma vuelan a lugares increíbles; mis lugares especiales. Soñar despierto es maravilloso. Puedes ir donde tú quieras, estar con quien tú quieras, vivir tus fantasías...No existen límites y, lo más importante: los sueños se hacen realidad. Ningún sueño es muy grande. Los que sueñan despiertos con las cosas que los hacen felices verán que sus días grises serán pasajeros y al día siguiente siempre saldrá el sol.

En mis días grises, I WALK OUTDOORS. 
Salgo a caminar cerca de la naturaleza y los animales. Ellos siempre me hacen sentir más viva. La naturaleza es lo más auténtico que tenemos en la tierra, es y se siente como un milagro. Es tan poderosa, tan fuerte, a veces irreal... Los árboles, las flores, los ríos, las cascadas, el mar...La naturaleza llena de energía, amor y vitalidad.  Los que están cerca de ella verán que sus días grises serán pasajeros y al día siguiente siempre saldrá el sol.

En mis días grises, I GO TO PARIS. Me siento en la terraza de mi casa, tomo champagne en mi copa preferida y, mientras admiro mi escultura de la Torre Eiffel, mi mente se transporta.  Camino sus calles vestida con atuendos parisinos; elegantes, con los recuerdos del pasado, pero admirando todos los espectaculares detalles que ignoré la única vez que he estado en esa ciudad; la ciudad más romántica del mundo (tenía 16 años). Los que transportan sus mentes a sus lugares especiales verán que sus días grises serán pasajeros y al día siguiente siempre saldrá el sol.

En mis días grises, I SEEK LOVE.  I make love to the person I love, I dream, I walk outdoors, I go to Paris...Mis días grises son pasajeros y al día siguiente siempre sale el sol.

CON PASION Y SIN MIEDO: En los días grises ocurren los cambios más importantes de nuestras vidas. Don´t hate them.  Busca amor. ACTÚA. Todo mejora sin que te des cuenta. Te lo juro.

Con amor desde Miami,
Eliana Habalian








miércoles, 30 de agosto de 2017

LA FÓRMULA DE LA FELICIDAD




Una mujer buscaba ser feliz. Le tomó tiempo lograrlo. La vida la llevó por caminos oscuros. Se enfrentó a cosas fuertes, al miedo, al sufrimiento, a la soledad. Vivía con un vacío por dentro que no lograba llenar, y que era imposible de explicar con palabras. Un dolor en el pecho la acompañaba siempre. Su corazón le hablaba y ella no lo escuchaba. El universo le enviaba señales, pero ella no las veía. Seguía buscando en otros lugares la felicidad.  Juró que no detendría su búsqueda hasta encontrarla. “¿Cómo puedo ser feliz?”, se preguntaba todos los días sin excepción.

Emprendió un viaje encantado, con un único fin; lograr ser feliz.  Lo llamó “El viaje de la felicidad”. Viajó lejos hasta encontrar al hombre más rico del mundo que, con tanta riqueza seguro había conseguido serlo, y le diría cómo lograrlo.  Se deslumbró al entrar en su casa, pues, todo brillaba, todo era de oro. El hombre la recibió con una sonrisa, pero era una sonrisa fingida. Al ver sus ojos se dio cuenta de que escondía una tristeza muy grande. “¿Cómo puedo ayudarla?”, preguntó. “Disculpe señor. Usted no puede ayudarme, verá, estoy buscando la felicidad. Pensé que la había encontrado y me diría cómo conseguirla”, respondió la mujer. “Algún día la encontraré. Cuando posea toda la riqueza del mundo”, terminó diciendo aquel hombre infeliz. La mujer partió decepcionada y desilusionada. Lo mismo le ocurrió cuando encontró al hombre más sabio, al más poderoso y al más hermoso del mundo. Ninguno había encontrado la felicidad, y nunca la encontrarían porque la buscaban en los lugares equivocados.

Con el paso del tiempo, la mujer, cansada de buscar y buscar y nunca encontrar, casi se rinde. “La felicidad no existe, por eso no la encuentro”, murmuraba todas las noches antes de dormir, pero algo dentro de ella le decía que debía continuar la búsqueda. Un día nostálgico, mágico, diferente, perfecto e inesperado, salió a caminar por el parque. Se sentó bajo un árbol para beber su café, y allí, frente a ella, vio la sonrisa de una niña feliz. La observó jugar con una felicidad infinita por varios minutos. De pronto se acordó de que en algún momento había sido feliz; cuando era niña. Entonces recordó como era serlo, como se sentía. Pasó largo rato riendo. Había sido tan sencillo. Ese mismo día comenzó su camino a la felicidad. Lo primero que hizo fue pedirle disculpas a su corazón por haberlo ignorado tanto tiempo, él, que es tan bello, tan poderoso, tan vivo, tan fuerte, pero a la vez tan noble le dijo: “te perdono, pero ya no hay más tiempo que perder. ¡Vamos! A cumplir tu sueño”. Poco tiempo después la mujer logró ser feliz y tenía tantas ganas de ayudar a los demás que creó una fórmula simple; La fórmula de la felicidad:

AMAR + ESCUCHAR A TU CORAZÓN = FELICIDAD

La felicidad no se consigue con la riqueza, belleza, poder o sabiduría. Ella siempre se encuentra en las cosas simples. La debemos buscar en nuestro interior, solo así podemos conseguirla. Es cuestión de responder esta simple pregunta: ¿Qué es lo que tú quieres? Es más sencillo de lo que parece, solo tienes que aplicar la fórmula y LISTO.
 
CON PASIÓN Y SIN MIEDO: No hay nada de malo en ser feliz. Tienes que saber esto, “no le busques las cinco patas al gato” ¡LA VIDA ES BELLA! No podemos conformarnos con solo vivir, tenemos que vivir felices. Nunca olvides el niño que llevas en tu corazón porque él nunca se olvidará de ti.  ¡Ah! la mujer del cuento soy yo y la niña feliz de la foto también soy yo. ¡Feliz día internacional de la felicidad para todos! No hay tiempo que perder, a ser FELICES 😊.  



domingo, 20 de agosto de 2017

LA FÓRMULA DE MI SUEÑO (UNA FÓRMULA PARA LOGRAR UN SUEÑO)



(PASION+AMOR+UN SUEÑO) ⁿ = MI NOVELA (UN SUEÑO HECHO REALIDAD)

La creé para hacer un sueño realidad y explicar una pasión inexplicable cuando escribí mi novela. Para cumplir tu sueño solo tienes que aplicar la fórmula, seguro lo logras; es una ley UNIVERSAL.



¡QUE LO PARTA UN RAYO!



No ha parado de llover en días. La lluvia como siempre provocando sentimientos nostálgicos, me hizo recodar un momento especial, clave, importante, sencillo y poderoso.  Antes de empezar el camino a mi sueño de ser escritora, un día triste, pero a la vez lleno de luz y necesario, Yo sentía un vacío profundo, un dolor en el corazón. Me costaba respirar, caminar, levantarme de la cama. Mi hermanito Ricardo (que tiene 30 años) estaba de visita en mi casa. Estábamos acostados sobre mi cama, hablando entre hermanos y le abrí mi corazón. Era la persona indicada. En una parte de la conversación le dije “Riqui. No soy feliz. Siento que nada a mi alrededor tiene sentido”. Él me preguntó, con voz suave, melodiosa, compasiva, llena de amor, “¿qué es lo que tú quieres hacer?”. Nadie antes me había hecho esa pregunta (algo tan simple), aparte de mi corazón. “Quiero escribir” le respondí, rápidamente, sin pensarlo mucho, apurada, eufórica. Nunca había dicho esas palabras en voz alta, solo dentro de mí. Me miró a los ojos fijamente y me dijo, “entonces por qué no escribes chama”.

Esa noche no paró de llover, y viendo por la ventana de mi cuarto, grité hacia mis adentros “¡QUE LO PARTA UN RAYO!”. Deseé con todas mis fuerzas que un rayo partiera en pedazos el sentimiento de inseguridad en mí misma. Y así sucedió. Un rayo cayó, a los pocos segundos y lo hizo trizas. Al día siguiente salió el sol. Poco tiempo después renuncié a mi trabajo para perseguir mi sueño, empecé a escribir mi primera novela, y un tiempo después, la terminé.

Los sueños son como el hierro; no los rompe nada. Ellos existen para hacerse realidad. Es nuestra misión, pero para hacerlos realidad tienes que actuar. Eso fue lo que yo hice, actué, empecé el camino a mi sueño, y cada paso que daba me acercaba más y más. Renuncié a mi trabajo porque no era escritora, porque no era feliz, y un día empecé a escribir…

El camino a un sueño es duro, pero es tu camino, es un viaje encantado, lleno de magia. ¡ES MARAVILLOSO! Es el camino a la felicidad.  Si tú eres feliz, emanarás amor desde cada poro de tu piel y este mundo será mejor. Los sentimientos son contagiosos; el amor, la alegría. Tenemos que compartirlos todos los días. Y cuando alguien logre hacer realidad un sueño, no pienses: “por qué no a mí”, piensa: “eso me puede pasar a mí”, actúa, lucha por tus sueños.

Gracias hermano por decirme algo tan simple que me ayudó a perseguir mi sueño. Gracias Dios, por hablarme e insistir que te escuchara por medio de mi corazón y por guiarme de tu mano durante el camino a mi sueño.


CON PASIÓN Y SIN MIEDO: Habrá momentos simples en los que ayudes a una persona y, tal vez nunca te lo dirá, sin embargo, tú lo sabrás. A veces las cosas simples se convierten en las más poderosas.  


Con amor desde Charllote,

Eliana Habalian.




POR ARTE DE MAGIA

           

  

“¡Eliana! Lo que te pasó fue un ataque de pánico” me dijo la psicóloga del colegio. Tenía 16 años. Esa fue la primera vez que escuché esas palabras “ataque de pánico”. Recuerdo perfectamente ese momento con lujo de detalles. Estaba muy ansiosa, no dejaba de mover mi pierna derecha ni un segundo; un gesto típico de una Eliana nerviosa. Mi corazón estaba agitado, latía fuertemente. Sabía que tenía que ver con miedo, ellas hablaban por si solas. Pensé: ataque = una acción violenta, y pánico = miedo multiplicado por el infinito. Entonces me dije a mi misma, “ok, tengo miedo, pero ¿a qué? ¿por qué? ¿de quién? ¿por qué me está pasando esto? Poco tiempo antes de eso tuve mi primer ataque de pánico, claro, en ese momento no sabía, de hecho, en ese momento no sabía nada, solo podía sentir. Sentí que me iba a morir, así mismo, sin anestesia, tal como suena, sientes que te vas a morir. Ese nefasto miedo a la muerte te acompaña cada vez que padeces uno de esos ataques, van de la mano, son uno solo, nunca falta, es una ley, no una teoría. Ataques de pánico = miedo aterrador = sentir que vas a morir = miedo a la muerte.  



Mis padres me dejaron elegir mi regalo de 15 años (una fiesta o un viaje), por supuesto ni lo pensé. Me fui sola (sin mis padres) a Europa, a conocer trece países, con un grupo de quinceañeras y una chaperona que era la encargada de “cuidarnos”, pero la verdad es que hacíamos lo que nos daba la gana. Una de esas noches estaba yo en Ámsterdam, Holanda, caminando por un parque, y de un momento a otro, súbitamente y sin poder controlarlo, mi corazón empezó a latir con tanta fuerza que casi no podía respirar, “es un infarto” pensé. Los latidos se hacían cada vez más intensos e irreales. Estaba aterrada. Mi corazón golpeaba mi pecho con fuerza, no había nada que pudiera hacer para controlarlo. En esa condición, sintiendo que me moría, que me estaba dando un infarto, continué caminando hasta llegar al hotel, subí a mi habitación y me acosté. Aunque poco a poco me tranquilizaba no logré dormir casi nada. Al día siguiente, todo el mundo supo lo que me había pasado, pero nadie decía ni una palabra al respecto. No entendían, y yo, mucho menos. A los dos días regresé a casa con mis padres. Traté de olvidar ese episodio de mi vida. Todos dimos por sentado que yo estaba bien y que no volvería a pasar. Nadie entendía lo que me había pasado, hasta que tuve mi segundo ataque de pánico en el salón de clases.



Pocos días después estaba yo en la sala de espera de un consultorio médico (un psiquiatra). Una sensación abrumadora de tristeza me envolvía. Todas, absolutamente todas las personas que me rodeaban tenían una expresión de sufrimiento en sus rostros. “Pero si yo no estoy loca” murmuré. Mi madre estaba sentada a mi lado, agarrándome la mano con suavidad, como diciéndome, “tranquila hija, yo estoy contigo, tú no estás sola”. Lo más sorprendente de ese encuentro con ese doctor fue el haberme dado cuenta de que ni siquiera los psiquiatras sabían exactamente por qué ocurren los ataques de pánico, “La causa se desconoce, no se sabe con certeza, puede ser genético”. Salí de allí con una receta de ansiolíticos y confundida, como si estuviera en un mundo irreal, no sabía qué hacer, pero de algo si estaba segura; tenía miedo de que en cualquier momento volviera ese miedo aterrador, sin razón aparente para nadie, con una duración indefinida (de minutos a horas). Tenía miedo al miedo.

           

Al poco tiempo, los ataques desaparecieron con la ayuda de terapias y ansiolíticos (los tomé por un mes). Traté de hacer borrón y cuenta nueva. Comencé a vivir, pero siempre recordando lo que había pasado y buscándole una explicación lógica…

Pasé la adolescencia (rodeada de una cultura árabe represiva). Me gradué en la universidad, me casé, y a los 6 meses de casados tuvimos que abandonar el país (mi país, mi querida Venezuela) por causas que se escaparon de nuestras manos. El destino nos llevó a Estados Unidos (gracias a Dios). Tiempo después, el miedo volvió a mi vida, pero esa vez vino acompañado, nada más y nada menos que con agorafobia (conducta evitativa, miedo al miedo, fobia a ciertas cosas para evitar nuevas crisis de pánico, miedo irracional). Juntos (los ataques de pánico con agorafobia), me llevaron por caminos de soledad, de sufrimiento, me aislé del mundo, me acostumbré a que la gente pensara, “pobrecita, es débil, está loca” (porque la gente no entiende lo que es, creen que se trata de debilidad cuando más bien se trata de fuerza). Me negué a tomar pastillas, y en esos momentos de soledad empecé a armar un plan de curación (que me tomó 2 años), yo sola, con la ayuda de mi mente y mi corazón. El plan consistía en combinar el poder de mi mente y mi inteligencia con mi corazón, y empezar el camino a mi sueño. Decidí escuchar a mi corazón (por fin). Fue una decisión que solo yo podía tomar, nadie más. Mi inteligencia me decía, “Tienes miedo a morir, pero estás viva, ninguno de esos ataques te ha matado, nada de infarto, sigues viva. No te vas a morir”, y mi corazón gritaba “sígueme, escúchame, sigue tu sueño, ¡¡¡AMOR!!!, con él todo es posible, es la fuerza que nos ayuda a continuar.

Cuando logré asimilar lo que había pasado, un día, renuncié a mi trabajo para perseguir mi sueño de ser escritora. Escribí mi primera novela erótico-romántica “VICTORIA ES MI NOMBRE and every day I think I´m going to die” (una auto-ficción escrita en español con pasajes en inglés, en donde la protagonista sufre de ataques de pánico) la cual dedico a todos los que creen en la magia del amor. La escribí con tanta pasión que hasta creé una fórmula para explicarla. La fórmula de mi sueño. Una fórmula para lograr un sueño. Una fórmula para curarse de ataques de pánico, depresión, ansiedad, infelicidad, vacío interno (una fórmula mágica que no falla):

(Pasión+ Amor+ Un sueño) ⁿ = Un sueño hecho realidad

¿Me curé sola? ¿Por arte de magia? Sí, me curé por arte de magia y la magia ocurrió por amor. Decidí continuar, escuchar a mi corazón y eso me puso en el camino a mi sueño (donde siempre había soñado estar). Valió la pena por todo lo que pasé.

¿Cómo logré mi sueño? Empecé el camino a él y apliqué mi fórmula.

Cualquier sueño se puede hacer realidad, pero tienes que actuar, tienes que empezar el camino. Si continuas en él con amor y pasión seguro llegas, es una ley del Universo.

“Victoria es mi nombre” Está disponible en Amazon, en las librerías Books & Books y Altamira Libros en Coral Gables Miami.

CON PASIÓN Y SIN MIEDO: El día en que todo tenga sentido llegará. Mientras tanto, aprende a ser paciente. 

Con amor desde Miami,

Eliana Habalian