Una mujer
buscaba ser feliz. Le tomó tiempo lograrlo. La vida la llevó por caminos
oscuros. Se enfrentó a cosas fuertes, al miedo, al sufrimiento, a la soledad.
Vivía con un vacío por dentro que no lograba llenar, y que era imposible de explicar
con palabras. Un dolor en el pecho la acompañaba siempre. Su corazón le hablaba
y ella no lo escuchaba. El universo le enviaba señales, pero ella no las veía. Seguía
buscando en otros lugares la felicidad. Juró
que no detendría su búsqueda hasta encontrarla. “¿Cómo puedo ser feliz?”, se
preguntaba todos los días sin excepción.
Emprendió un
viaje encantado, con un único fin; lograr ser feliz. Lo llamó “El viaje de la felicidad”. Viajó
lejos hasta encontrar al hombre más rico del mundo que, con tanta riqueza seguro
había conseguido serlo, y le diría cómo lograrlo. Se deslumbró al entrar en su casa, pues, todo brillaba,
todo era de oro. El hombre la recibió con una sonrisa, pero era una sonrisa
fingida. Al ver sus ojos se dio cuenta de que escondía una tristeza muy grande.
“¿Cómo puedo ayudarla?”, preguntó. “Disculpe señor. Usted no puede ayudarme,
verá, estoy buscando la felicidad. Pensé que la había encontrado y me diría
cómo conseguirla”, respondió la mujer. “Algún día la encontraré. Cuando posea
toda la riqueza del mundo”, terminó diciendo aquel hombre infeliz. La mujer partió
decepcionada y desilusionada. Lo mismo le ocurrió cuando encontró al hombre más
sabio, al más poderoso y al más hermoso del mundo. Ninguno había encontrado la
felicidad, y nunca la encontrarían porque la buscaban en los lugares
equivocados.
Con el paso del
tiempo, la mujer, cansada de buscar y buscar y nunca encontrar, casi se rinde. “La
felicidad no existe, por eso no la encuentro”, murmuraba todas las noches antes
de dormir, pero algo dentro de ella le decía que debía continuar la búsqueda. Un
día nostálgico, mágico, diferente, perfecto e inesperado, salió a caminar por
el parque. Se sentó bajo un árbol para beber su café, y allí, frente a ella, vio
la sonrisa de una niña feliz. La observó jugar con una felicidad infinita por varios
minutos. De pronto se acordó de que en algún momento había sido feliz; cuando era
niña. Entonces recordó como era serlo, como se sentía. Pasó largo rato riendo.
Había sido tan sencillo. Ese mismo día comenzó su camino a la felicidad. Lo
primero que hizo fue pedirle disculpas a su corazón por haberlo ignorado tanto
tiempo, él, que es tan bello, tan poderoso, tan vivo, tan fuerte, pero a la vez
tan noble le dijo: “te perdono, pero ya no hay más tiempo que perder. ¡Vamos! A
cumplir tu sueño”. Poco tiempo después la mujer logró ser feliz y tenía tantas
ganas de ayudar a los demás que creó una fórmula simple; La fórmula de la
felicidad:
AMAR + ESCUCHAR A TU CORAZÓN = FELICIDAD
La felicidad no se consigue con la
riqueza, belleza, poder o sabiduría. Ella siempre se encuentra en las cosas
simples. La debemos buscar en nuestro interior, solo así podemos conseguirla. Es
cuestión de responder esta simple pregunta: ¿Qué es lo que tú quieres? Es más sencillo de lo que parece, solo
tienes que aplicar la fórmula y LISTO.
CON
PASIÓN Y SIN MIEDO: No hay nada de malo en ser
feliz. Tienes que saber esto, “no le busques las cinco patas al gato” ¡LA VIDA
ES BELLA! No podemos conformarnos con solo vivir, tenemos que vivir felices.
Nunca olvides el niño que llevas en tu corazón porque él nunca se olvidará de
ti. ¡Ah! la mujer del cuento soy yo y la niña
feliz de la foto también soy yo. ¡Feliz día internacional de la felicidad para
todos! No hay tiempo que perder, a ser FELICES 😊.
Que te hizo empezar a escuchar a tu corazón?
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